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Vegetariano mordida a mordida

Se puede ser vegetariano de un día a otro, pero por experiencia recomiendo ir paso a paso, mordida a mordida. Puede ser decepcionante descubrir que tu plato favorito (el mío solía ser el lomo saltado) no es vegetariano, o que en tu restaurante favorito todo lleva carne. No soy el único que lo aconseja. Varios han propuesto formas de reducir el consumo de animales.


Weekday vegetarian significa “vegetariano semanal, o de lunes a viernes”. El término lo inventó Graham Hill, un canadiense que en 2009 tomó conciencia de lo que el consumo de carne le hacía a los animales, a su cuerpo y al planeta: “la producción de carne es más tóxica para el medio ambiente que todos los sistemas de transporte juntos: autos, trenes, aviones, buses, botes… todos”. Sin embargo, confiesa, no podía imaginar su última hamburguesa.


“Mi sentido común y mis buenas intenciones estaban en conflicto con mis papilas gustativas”, contó Hill a la audiencia del TED Talks. Así surgió Weekday Vegetarian, que se resume así: “de lunes a viernes, nada que tenga cara. Los fines de semana, tú eliges”.


¿No es eso hipócrita? Si eres vegetariano, lo eres porque tienes la convicción de que la crianza de 10 mil millones de animales cada año para la industria alimentaria (en condiciones que no desearíamos para nuestras mascotas, como dice Hill), la sostenibilidad ambiental (“la carne de vaca usa 100 veces más agua que la mayoría de verduras”, otra vez Hill) y nuestra salud son cosa seria.


¿Ser vegetariano cinco días sí y dos no es como dormir con la esposa de lunes a viernes y escaparse el fin de semana con la amante? Tal vez no.


La palabra compromiso no tiene sinónimos exactos en el diccionario. Obligación es hacer algo que muchas veces no queremos hacer. Pacto define a un acuerdo hecho sin mayor intención que la de cumplirlo. Aprieto es dificultad. Responsabilidad un deber que, si no se cumple, trae consecuencias.

Graham Hill en el TED Talks. Puedes ver el video aquí.


El vegetarianismo es un compromiso con uno mismo, el sano deseo de hacer algo porque es lo mejor para el mundo (el planeta y los animales, nosotros incluidos) y ante lo que no deberíamos actuar como si estuviéramos sometidos por la ley. En otras palabras, ser vegetariano por voluntad y con nuestra propia convicción.


El término vegetariano se inventó en 1847 y fue empleado por primera vez por el político británico Joseph Brotherton en la reunión inaugural de la Sociedad Vegetariana del Reino Unido. La palabra deriva del latín “vegetus”, que significa entero, fresco, enérgico, sano.


Basándose en sus preceptos, la Unión Vegetariana Internacional (IVU) define el vegetarianismo como “la práctica de no comer carne, pollo o pescado o sus productos derivados, aunque esto, puede o no, incluir el consumo de huevos o lácteos”.


El primer “puede o no” hace tambalear la mesa. El segundo nos da una pista en el bosque de la comida sin carne, donde hay más de un tono de verde: “Los vegetarianos pueden o no tratar de minimizar el uso de productos animales más allá de la comida como hacen los veganos”.


Paul McCartney es vegetariano pero promueve el "Meat Free Monday",

una campaña para que al menos los lunes el mundo esté libre de carne en sus comidas.

El veganismo se define como “la forma de vida que busca excluir, lo más posible, toda forma de explotación y crueldad hacia los animales para alimento, vestimenta o cualquier otro uso”. El verde más verde.


Hay otras tonalidades como la del crudismo (Raw foodism), que solo consume alimentos en su estado natural, sin someterlos al fuego (a no más de 40 grados centígrados): productos frescos (frutas, verduras, germinados) y sus derivados (aceites, leches y frutos secos). Para prepararlos usan técnicas naturales como la fermentación, deshidratación y otros procesos que no destruyen su estructura molecular y, por ende, sus nutrientes.


También están los lacto vegetarianos (que sí comen lácteos), los ovo vegetarianos (que comen huevos), los ovolactos (que consumen ambos) y los ictiovegetarianos (que comen pescados y mariscos). Como Graham Hill, empezar por dejar, progresivamente, las carnes rojas y procesadas puede ser el as bajo la manga para quienes no pueden controlar sus antojos carnívoros. Luego toca el pollo y pescado.


“No importa romper la dieta de vez en cuando”, afirma el delgado canadiense, ya que este régimen reduce en 70% el consumo de carne.


Antes del vegetarianismo, a quienes no comían carne se les llamaba “pitagóreos” por Pitágoras de Samos, el matemático de la Antigua Grecia que no consumía huevos ni carne. Esta dieta que siguieron muchos habitantes de la India y el Mediterráneo ordenaba no matar criaturas vivas ni sacrificar animales para alimentarse.


Para el filósofo que vivió más de ochenta años, era una forma de cuidar la salud y nutrición, además de mantener una pureza de espíritu y el equilibrio emocional. Comer era un acto del cuerpo y el alma. En tiempos menos místicos, la practicidad obliga a tomar decisiones para mantener una ética o, simplemente, una dieta equilibrada.


Con Pitágoras no se podía razonar. O tal vez sí, ya que entre sus preceptos estaba uno mucho más lógico: alimentarse con moderación. Entre la hipocresía de una hamburguesa los fines de semana y el compromiso vegano debería haber un color intermedio para quienes empezamos, mordida a mordida, a ser vegetarianos.

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